martes, 13 de diciembre de 2011

REENCUENTROS

El curtido guerrillero que ha sobrevivido a mil batallas y que lleva en su cuerpo las huellas de viejas heridas, vestido con una nívea darraa, pasea por La Playa observando las olas que vienen y van alzando al viento sus blancas crines hechas de espuma.
Una gota de agua acaricia su mejilla y se mezcla con una lágrima solitaria que intenta hurtar al ojo indiscreto de la cámara. Se vuelve de espaldas y mira el océano repleto de gotas de nostalgia, de ríos de añoranza, de sueños de libertad. Suspira.
Imaginadle sentado en lo alto de una duna con los ojos hacia poniente mientras el sol cabalga para sumergirse en aquel mar que él sólo ha visto una vez durante 33 años. Su cara parece tallada en piedra. ¿Quién puede saber qué piensa en esta hora mágica del atardecer?
Las haimas negras se recortan bajo el cielo añil en el que comienzan a sonreír, impávidas, las estrellas.

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