La historia de Lab es parecida a la de los miles de niños saharauis que, de pequeños, llegaron a nuestros hogares.
Se metió en nuestros corazones y nos acercó a la realidad de los Campamentos.
Se ponía detrás de las cortinas y jugaba a hacer el té. Recibía la lluvia con los brazos extendidos gritando al viento: ¡lluvia bonita! En la playa se llenaba las manos de arena y gritaba a todo el quisiera oírla el nombre de su país: “la Sáhara”.
El relato continua en Si tu supieras...
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